NACE LA COMISIÓN COROGRÁFICA
Enero 15 de 1850
Describir al país

Para abrir el camino del progreso, Colombia tenía que conocer su extensión, su geografía y sus recursos humanos y naturales.

Por Efrain Sanchez*

Uno de los mayores legados de la Comisión fueron los mapas y dibujos de los paisajes, personas y frutos de Colombia.

Era la mañana, y los primeros rayos del sol derramaban copiosa luz sobre la extensa planicie que demora al frente de la ciudad andina. Detrás de mí dejaba a Bogotá y todo lo que forma la vida del corazón y de la inteligencia; delante de mí se extendían las no medidas comarcas que debía visitar en mi larga peregrinación". Así comienza Manuel Ancízar uno de los libros más importantes de Colombia en el siglo XIX: Peregrinación de Alpha. Era la mañana del 21 de enero de 1850, día en que se iniciaron los trabajos de campo de la mayor y más significativa empresa científica emprendida en el país en toda su historia. La Comisión Corográfica tuvo como propósito el reconocimiento de los recursos naturales de Colombia, el clima, la topografía, el relieve , la geografía humana y, en especial, hacer la cartografía de todo el país. El libro de Ancízar es el relato de sus primeras expediciones.

"El resoplido de un caballo que se acercaba a medio galope, continúa Ancízar, y el ruido de las grandes espuelas orejonas, chocando contra los sonoros estribos de cobre en forma de botín., interrumpieron mi recogimiento. Era mi compañero de viaje que se me reunía en el acto de cerrar su cartera en que, sin detener la marcha, apuntaba sus observaciones y fijaba las bases de nuestras futuras tareas". El acucioso compañero de viaje de Ancízar era Agustín Codazzi, pionero de la geografía sistemática en América, y las notas que tomaba en su cartera eran los primeros apuntes de campo para la obra en que Colombia cifraba entonces sus esperanzas de progreso.

Fin de un ideal

Los trabajos que se iniciaron esa mañana constituían la realización de un sueño largamente postergado. Dos años antes de la declaración de Independencia, Francisco José de Caldas dedicó el primer artículo del primer número del Semanario del Nuevo Reino de Granada a denunciar la "vergonzosa ignorancia" en que yacía el reino en materia geográfica: "¿Quién creyera que todavía no tenemos ni aun una carta miserable de los países que están al este de la capital? ¿Quién puede decir con precisión el ancho, la altura, proporciones u obstáculos que presentan los montes cuyo principio tenemos a la vista en Guadalupe y Monserrate?... ¡Pero qué! Cuando todavía no tenemos un plan corográfico de esta explanada encantadora sobre la que vivimos y de que sacamos la mejor parte de nuestra subsistencia". Esta situación era para Caldas tanto más deprimente cuanto que se trataba de un país con "todas las riquezas septentrionales" y "todas las producciones del Mediodía de la América", y mejor situado para el comercio que ninguno del viejo o del nuevo mundo.

Cuarenta años más tarde, en medio de lo que con justicia se ha llamado "revolución del medio siglo", el atraso de las condiciones materiales del país se hizo más evidente que nunca. Pocos caminos pasaban de ser miserables sendas de cabras y la navegación por el río Magdalena era tan azarosa que en algún momento se propuso adoptar a los ríos Meta y Orinoco como ruta de salida del interior hacia el mar.

Sin caminos adecuados el comercio no podía prosperar; pero aun si hubiera caminos, nadie tenía una idea clara de la localización y magnitud de los enormes recursos naturales que se suponía existían en Colombia, salvo por ciertas minas y plantaciones. Algunos progresistas pensaban que la inmigración extranjera, atraída por las tierras baldías, mejoraría la agricultura y la industria. Por desgracia, los baldíos del Estado no se habían deslindado, y como escribió Manuel Ancízar en 1847, "en el día, si un inmigrado ocurre a cualquier gobernador en solicitud de tierras baldías, es casi seguro que no podrá obtener noticia exacta y precisa acerca de la localidad en que se encuentran, sin embargo de que se le dirá que son inmensas y que se hallan en todas partes de la República".

La división territorial del país era tan "monstruosa", como la calificaron varios observadores, que Mariano Ospina Rodríguez le atribuyó buena parte de los problemas nacionales, como la caprichosa distribución de los recursos fiscales, la corrupción política y la ineficacia de la administración de justicia. Ninguna de estas barreras para el progreso podría superarse sin estudiar y describir la geografía de la nación y cada una de sus provincias.

La búsqueda del mapa

El gobierno tenía plena conciencia de lo urgente de emprender, por primera vez, el levantamiento de un mapa oficial del país y conocer su geografía física y política. Desde la época de Santander, en los albores de la República, se habían esbozado planes, dictado leyes e impartido órdenes para ejecutar esas tareas, sin resultado alguno destacable. Por fin en 1839 el Congreso expidió la ley que permitió dar comienzo, 11 años y una guerra después, a la Comisión Corográfica. Su nombre procede de la geografía clásica, y en especial de las sencillas definiciones que enseñaba el filósofo Emmanuel Kant a sus estudiantes de geografía física en los cursos de verano que dictaba en Königsberg: Geografía es la descripción de toda la tierra; Corografía es la descripción de una región específica; Topografía es la descripción de un lugar individual.

Para ejecutar los trabajos geográficos el gobierno del general José Hilario López contrató al coronel Agustín Codazzi, de Lugo, Italia, quien entre 1830 y 1839 había levantado el mapa de Venezuela, primer país de América en contar con una descripción y un mapa sistemáticos de su territorio. El segundo contrato se hizo con Manuel Ancízar, "para servir de ayudante al señor Codazzi" y luego se vinculó a un dibujante (Carmelo Fernández, reemplazado pronto por Enrique Price, a su vez sustituido por Manuel María Paz) y a un botánico, José Jerónimo Triana.

En su primera etapa la Comisión Corográfica exploró las provincias que hoy componen los departamentos de Boyacá y los dos Santanderes, Antioquia, Chocó y Nariño, finalizando con Panamá. En esta se llevó a cabo una expedición internacional con participación de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la Nueva Granada para determinar si era posible abrir un canal interoceánico por el istmo del Darién. El único resultado positivo de esa empresa fue un informe en el que Codazzi determina, con admirable visión futurista, dónde, cuándo y por quién se abriría el Canal que finalmente unió a los dos océanos.

Luego de la revolución de 1854, la Comisión Corográfica estudió los actuales departamentos del Valle, Cauca, Meta, Casanare, Arauca, Caquetá, Huila, Tolima y Cundinamarca. Codazzi falleció en febrero de 1859, cuando se dirigía a explorar los departamentos de la Costa Atlántica. Sin embargo, no concluyó allí la Comisión Corográfica. Tomaría 40 años más y muchas intrigas políticas y paradojas casi inconcebibles, llegar a la publicación del último de sus mapas.

La herencia de la Comisión Corográfica fue vasta y de múltiples ramificaciones. Sus mapas fueron los oficiales del país hasta 1941, cuando terminaron de publicarse los elaborados por la Oficina de Longitudes, antecesora del Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Sus descripciones geográficas fueron fundamento e inspiración de tan elevado número de obras en esta materia, que el redactor del artículo sobre Colombia en la edición de 1910 de la Enciclopedia Británica observó que "la descripción geográfica ha ejercido una peculiar fascinación sobre los escritores colombianos".

En términos internacionales, la contribución de Codazzi a la elaboración del gran mapa del mundo, tarea fundamental de la cartografía del siglo XIX, fue notable. En 10 años de exploraciones Codazzi logró, con métodos ingeniosos y adaptados a las condiciones físicas, económicas y culturales de Colombia, un resultado semejante al que obtuvieron luego de 120 años de labores los científicos de la Académie Royale de Francia: mapas más precisos que los que hasta entonces existían. Y el tamaño del país era más del doble del de Francia. La obra de Codazzi en Colombia fue conocida y apreciada por uno de los 'padres fundadores' de la geografía moderna, Alfred Hettner, cuya influencia sobre la geografía del siglo XX fue decisiva. Existen razones para pensar que la influencia de Codazzi sobre Hettner, quien visitó a Colombia en la década de 1880, siendo un joven de poco más de 20 años, fue igualmente decisiva.

Legado

Aparte de los mapas y las descripciones de geografía física y política, la empresa dejó publicaciones tan notables como Peregrinación de Alpha de Ancízar, quizás el más valioso estudio geopolítico y cultural del país en el siglo XIX. Capítulo aparte merece la gigantesca obra botánica de José Jerónimo Triana, quien coleccionó cerca de 60.000 ejemplares de 8.000 especies distintas, resultado extraordinario si se tiene en cuenta que lo que quedó del trabajo de 34 años de su ilustre antecesor, José Celestino Mutis y sus colaboradores en la Expedición Botánica, fue un herbario de cerca de 20.000 especímenes de poco más de 2.700 taxones.

Mientras que la obra de Mutis se perdió para la ciencia, pues fue muy poco lo que se publicó y los materiales quedaron encerrados en el Jardín Botánico de Madrid, Triana difundió la mayor parte de su obra en francés y fue parte de la corriente principal de su ciencia en Europa, llegando a ser vicepresidente del Congreso Botánico Internacional reunido en Londres en 1866. Por paradójico que pueda parecer, en ese mismo año Triana estuvo en Madrid, y fue él quien comenzó, en esa fecha, la tarea de rescatar los materiales de la Expedición Botánica de Mutis.

Dejó también la Comisión Corográfica una de las más bellas colecciones de pintura de su tiempo en América Latina, el Álbum de Antigüedades y Costumbres Nacionales, que hoy guarda la Biblioteca Nacional. Lo que escribió Lázaro María Girón en 1891 sobre dicho álbum se aplica perfectamente a todos los materiales de la copiosa obra de la Comisión Corográfica: "Es obra. de valor inestimable, que guarda entre sus hojas joyas que son preciosas para Colombia. Y como tantas joyas preciosas y de valor inestimable, se mantuvieron ocultas durante demasiado tiempo para los propios colombianos".

*Sociológo, historiador

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